EXTREBEO

Roberto Alcázar y Pedrín # 03

En la entrega de hoy comentaré dos aventuras que, hay que reconocerlo cuando así es, no son lo que diríamos precisamente brillantes. En cualquier caso, sí que muestran algún momento curioso que las hace al menos entretenidas y dignas de dedicarles unas líneas.

De camino a Estambul, nuestros héroes se detienen en el poblado de Amhadiyak. Allí entran en contacto con un inglés cuya misión consiste en liberar al hijo de su amigo el emir que está secuestrado por unos rebeldes que preparan una insurrección. Así da comienzo esta aventura titulada El hijo del emir.

Llama la atención en primer lugar que Roberto Alcázar y Pedrín hagan amistad con un inglés en una época en la cual el régimen oficial era abiertamente contrario a todo lo que proviniera de la pérfida Albión, como despectivamente usaban (y usan) este término todos los anglófobos.

Me encanta ese «Y yo, Roberto Alcázar, español.» ¿Cómo os presentáis vosotros cuando vais al extranjeros, pillastres?

En segundo lugar, tampoco es de extrañar viendo cómo las gasta el inglés, Douglas Mahoney, que se hagan amigotes: a su lado, nuestros protagonistas asemejan dos hermanitas de la caridad.

Y nada, el resto discurre sin pena ni gloria (para el lector, digo), salvo los momentos en que el inglés da muestra de su retorcido humor ofensivo. Hará grandes migas con Pedrín, que le sigue como puede pero nunca llega a alcanzarle, la verdad.

El diamante azul tampoco es una gran aventura. Aquí nuestros héroes se encuentran en la ciudad de Cantón, China, y la trama es pulp en estado puro. Ya sabéis, la amenaza amarilla que tuvo su mayor representante en el malvado Fu-Manchú de Sax Rohmer.

Lástima que la historia no dé para mucho. Pero está genial ver a nuestros héroes disfrazados para pasar de incógnito en un antro de mala muerte llamado El sol naciente. Nuestros autores no andaron muy finos poniendo un nombre de claras referencias japonesas precisamente en China, enemigos naturales, pero total, pallá pal oriente están los dos países, ¿no?

Una de la mejores viñetas es ésta de Pedrín FUMANDO. Vale, vale, está disfrazado de maleante, por lo que debe hacer algo MALO, pero no me digáis que no está genial.

Esta otra viñeta también me ha encantado: dedicada a todos aquellos malpensados que dicen que en los restaurantes chinos sirven carne de gato. ¡Qué equivocados estáis!

Y para el final, este chiste, muy bueno, de la página de contraportada dedicada otra vez a fugas de presos, firmada por Palop.

Las dos aventuras siguientes a éstas son muy flojas, por lo que no me detendré en ellas, pero atención al Extra nº 14, nuestra entrega nº 4 dedicada a estos bravos héroes españoles, en la que nos toparemos con una aventura que bebe de Emilio Carrere y Edgar Neville, nada más y nada menos. ¿Será esto posible? Lo veremos la semana que viene. Hasta entonces, saludos de este espectro: Llosef.

3 comentarios

  1. Antes de irme a la cama me leo sus sesudos análisis sobre el tebeito éste y no sabe usted lo bien que funciona, oiga.
    No me voy a andar con cortapisas con sus gustos a estas alturas de la vida: ENHORABUENA por l¡coleccionar a la mayor pareja de héroes que dió nuestra patria en lo referente a la literatura ilustrada. No los pongo por delante de Don Quijote y Sancho porque el manco era de todo menos manco, pero el Vañó este me hace lanzar la Biblia por la ventana.
    Lo mejor LEERLO, no que se lo cuenten, que para eso ya vamos a misa 3 veces por semana.

  2. Estimado Corsario:

    Gracias por tu comentario. Tu blog está genial: confieso que "El guerrero del antifaz" me gusta mucho más que Roberto Alcázar y Pedrín, jeje, pero también es cierto que, como están tan denostados, se merecían un acercamiento al menos intentando comentar lo que de verdad mostraban sus historietas y dejar a un lado el lugar común. Eso intento, al menos.

    Por cierto: desconocía que se estuviera haciendo una película sobre el Guerrero. ¡Ojalá esté bien!

    Le enlazo así mismo a mi blog (el de "La décima víctima", que en éste no puedo, que sólo soy invitado).

    Estimado Don Erre:

    Me alegra enormemente que le estén gustando estos humildes comentarios. ¡Pero no me haga usted sentir mal! Le ruego que no cambie usted la lectura de la Biblia por ellos. ¡Seguro que puede hacer las dos cosas!

    Gracias de nuevo a los dos por los comentarios.

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