En esta ocasión dedicamos nuestro espacio de cómics a uno de los géneros que, si bien hoy en día no es de los más populares (manga aparte, y no digamos las novelas que forman sagas o series, como las de Ana Huang o Julia Quinn), en su momento ocupó una buena parte del mercado y de la atención de los lectores. Hoy hablaremos de los cómics románticos.

Hoy en día nos encontramos en la época en la que el catálogo editorial es más amplio, entre los cómics nuevos que se publican y las reediciones de historietas de épocas anteriores, y por tanto podemos decir que ahora es fácil encontrar cómics de cualquier género, pero cada uno de estos géneros, cada uno de los temas -mejor dicho-* como centro de historias únicas y series, surgió en un momento concreto. (*) No entramos ahora en la cuestión de que todos los temas y obras pueden reducirse a tres géneros esenciales: drama, comedia y terror.
Para hablar de los inicios de los cómics románticos nos tenemos que trasladar a Estados Unidos, en el año 1947, cuando Joe Simon y Jack Kirby (los mismos que pocos años antes, en 1941, habían creado al Capitán América) lanzaron la ya mítica colección Young Romance, cuando todavía no existía este tipo de tebeos. «Según recogía Trina Robbins en su libro From girls to Grrrlz (Chronicle Books, 1999), ‘en un año -de 1948 a 1949- las colecciones de cómics románticos saltaron de 4 a 125. Para 1950, más de una cuarta parte de los comic-books que se publicaban eran de amor. Aquel mismo año un gráfico de la revista Newsdealer reveló que las mujeres de entre 17 y 25 años leían más cómic que los chicos. No hace falta ser un genio para imaginar que clase de cómics leían’.» (Óscar Palmer, Los cómics de la plaga, Es Pop ediciones, 2018). Había tantos cómics románticos que incluso había subgéneros: había una revista para historias de amor entre afroamericanos (Negro Romance, publicada por Fawcett en 1950), así como había historias de romances en tiempos de guerra, romances en el Oeste, e incluso romances dentro del género de terror (VER) o del género criminal-policíaco. Nos permitimos destacar un nombre de aquella época que resulta muy significativo, pues su historia corre paralela a la de este género: Matt Baker (1921-1959), posiblemente el primer gran artista negro en ser reconocido en el cómic. Sus dibujos y, sobre todo, sus portadas son insuperables. Muestran cuánta clase puede tener este arte popular, cómo una portada o una viñeta puede ser, por sí misma, una historia llena de sugerencias… y la perfecta definición del glamour. ¿Puede ser que su It Rhymes with Lust (1950) fuera la primera novela gráfica de la historia? Ahí dejamos la pregunta…

Fueron muchos los grandes artistas que trabajaron en algún momento en este género (John Buscema, Jack Kirby, Pepe González, Pura Campos…) pero si tuviéramos que destacar algunos, aparte del mencionado Matt Baker, citaríamos sin duda a Leonard Brandt Cole (1918-1995), uno de los mejores portadistas que ha tenido el medio (no olvidemos la importancia que tienen las portadas a la hora de vender un cómic; VER), a Stan Drake (no se encontrará fácilmente un cómic con más clase que The Heart of Juliet Jones, una tira de prensa que se publicó entre 1953 y 2001) y a John Romita Sr. (1930-2023, VER), que introdujo su arte en este género en los cómics de superhéroes (nunca Mary Jane Watson lució más que con sus lápices, teniendo al pobre de Peter Parker más vencido que ante cualquiera de los villanos de su serie). En los cómics románticos (o en los momentos románticos de otros géneros) el dominio del arte gráfico es importante pues el dibujo de rostros y manos es fundamental para representar las emociones y ciertos detalles, como la vestimenta, son también tratados con esmero en este género en el que resaltan bellas mujeres y hombres atractivos.
El caso es que ese boom tremendo, en el que se habla de más de mil millones de ejemplares publicados entre 1947 y 1955 aproximadamente, se vio frenado en gran medida por la aparición de la autocensura (el Comics Code) por parte de la industria norteamericana. A partir de ese momento siguieron existiendo los cómics románticos pero no como algo que evolucionase sino como un género capado, dulcificado y autocensurado, como al fin y al cabo la mayoría de las publicaciones… las que no desaparecieron. Lo que tiene interés de sus inicios, visto en perspectiva histórica, es que posiblemente estamos ante un antecedente directo de lo que hoy llamamos novela gráfica. Ese género de confesiones,tan habitual en el género romántico, se relaciona claramente con lo que hoy llamamos autoficción,es decir, estas obras en las que un autor nos cuenta una historia desde su propia perspectiva personal, a menudo biográfica. Así mismo estas historietas contenían temas que llegaron a incomodar a la moral puritana en algunos momentos, como la infidelidad, el divorcio, el embarazo o el papel de la mujer en el mundo laboral, y que hicieron que se aprovecharan los temores de la Guerra Fría para arrimar el ascua a su sardina, apoyada en mensajes pseudocientíficos que medraban fácilmente en aquella época de inquietud atómica, anticomunista, de rebelión juvenil… (¿les suena de algo esto?). ¿A dónde podría haber llegado este género? Nunca lo sabremos, igual que no sabremos qué podría haber hecho Matt Baker, uno de sus grandes autores, de no haber muerto con solo 37 años.

Naturalmente, como solemos hacer, podemos recomendar algunos títulos actuales y alguna reedición de material antiguo:
– Carta blanca, de Jordi Lafebre (Norma ed., 2021). Un historia romántica sin paliativos que cuenta con la particularidad de estar contada al revés, es decir, de presente a pasado, hacia atrás y con un recorrido de casi cuatro décadas en la trama narrada. Muy bien diseñada la historia, no nos pierde. Dibujo influido por la animación y excelente para hablar de esos amores platónicos, que acompañan a lo largo de toda una vida sin poder -aparentemente- materializarse como se hubiera deseado.
– Amor eterno, de Tom King y Elsa Charretier (ECC Comics, incompleta en España). Un homenaje en toda regla a los cómics clásicos del género, los de los años 50, aunque tratándose del guionista Tom King (exagente de la CIA) y de la excelente artista francesa Elsa Charretier, es evidente que tras una apariencia ingenua se esconde algo más. Un cómic notable y especial que mezcla el homenaje al clásico (buena cantidad de texto, confesiones y deseos de los protagonistas siempre explícitos…) pero con giros y elementos que nos traen a un cómic actual y original. Esperemos que la serie se complete en español pues ha cerrado la editorial que lo comenzó a publicar…
– El príncipe y la modista, de Jen Wang (Sapristi, 2018). En este -digamos- anticuento, mezcla de estilos en cierto sentido entre el manga y el cómic norteamericano independiente, tenemos una obra juvenil muy recomendable y amable que nos cuenta la historia de un príncipe al que le gusta vestirse de mujer y de una modista que se sale de los roles que los cuentos tradicionales reservan para un personaje como ella.
– Las nuevas aventuras de Esther. La Boda, de Aneke y Carlos Portela (Plan B, 2024). Lamentablemente la gran Pura Campos no pudo ver terminada esta obra, que sería el final de la historia de Esther. Aneke se luce a los lápices tratando de hacer honor, tarea harto difícil, al estilazo que tenían los dibujos de la que posiblemente es la autora de cómics más conocida y querida de nuestra historia. Personajes mejor vestidos que los de Pura no van a encontrar ustedes, no.
– Desde Britania con amor, de varios autores (¡incluida Pura Campos!), Dolmen, 2023. Ésta es una reedición actual de historietas breves de los años 50, 60 y 70. Posiblemente no es el tipo de historias que hoy preferimos y, desde luego, el papel reservado a las mujeres en estos cómics no es muy del gusto actual de un país moderno, sin embargo podemos disfrutar aquí de un apartado gráfico notable, en muchos casos de autores y autoras españolas, que trabajaban por un sistema de agencias para mercados como el británico -es este caso- o el norteamericano, siendo muy apreciados por su arte (¡éste es un país de pintores! ¿Cuándo lo olvidamos y dejamos de fomentarlo, por ej. en el sistema educativo?).
– Puedo oir el sol. de Yuki Fumino (ed. Milky Way) es un manga que pertenece al género llamado Boys Love (generalmente conocido como BL), que son historias de amor entre chicos que -merece la pena mencionarlo- son del agrado de muchas chicas porque -generalmente- presentan relaciones en las que el chico no es dominante, es decir, se rompe con el estereotipo machista. En este caso, además se incluye el factor de que uno de los protagonistas tiene una pérdida auditiva, con lo que la historia adquiere temas y situaciones muy interesantes y diferentes a las habituales. Es una serie abierta de la que se han publicado 8 tomos hasta ahora.
– Un ejemplo de cómic romántico en un formato diferente (WebToon) sería, por ejemplo, Heartstopper, de Alice Oseman. Todo un bestseller, que saltó hace tiempo de las pantallas al papel… y a la televisión. Pertenece a un tipo de cómic especialmente adaptado a su lectura en pantalla y que casa como pocas lecturas con ese gesto tan natural para muchxs como es hacer scroll con el pulgar. Esta serie es también tristemente famosa por haber sido protagonista de actos de censura debido a la presencia de la temática LGTBI en su historia (VER)… generando el bendito efecto Streisand (ajo y agua, señores censores).
– Blankets, de Craig Thoompson (ed. Astiberri) sería un ejemplo de lo que el cómic actual puede hacer con una temática romántica, con un aire de cómic independiente y, en este caso, como decimos, con un enfoque propio de nuestros días.
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