EXTREBEO

Misterios de la carne, de Charles Burns (1980-1984)

En los Laboratorios Deltoides se está llevando a cabo un experimento sobre los misterios de la carne (humana, se entiende). El estudio se encuentra aún en fase de recopilación de datos y casos. Se nos van a mostrar dichos casos, claro, en forma de historieta gráfica. Y de esta manera Charles Burns introduce una serie de relatos aunados por el cemento común de la alteración de la carne, de la invasión de la misma por extraños parásitos, de la mutación, de científicos que hollan terreno que nunca debiera haber sido pisado, jóvenes inocentes y puros contaminados por inexplicables virus y jóvenes soñadores que ven sus matrimonios convertidos en fúnebres pesadillas debido a las conductas cuando menos sospechosas de sus, en un principio, honradas, honestas y perfectas parejas. Si todo esto lo enmarcamos en un universo de película de terror de serie B de los años 50 y primeros 60, amalgamado en su estructura con la más típica comedia de adolescentes y algún momento extraído del más convencional melodrama familiar, tendremos a Charles Burns en estado puro.

Burns recopila así (si es que lo ha hecho él, que igual no) varias historietas de diversas épocas y las une por medio de anécdotas de una página que sirven de vaporoso hilo conductor del relato. Aunque estilísticamente no guardan relación entre sí, argumentalmente comparten, además de lo dicho, un macabro gusto por el horror. Gusto que compartimos, sobra decirlo. Y pese a que en conjunto la impresión inevitable es de dispersión, también resulta evidente que siempre hay algo que las acerca entre sí pese a las múltiples diferencias: el mundo que nos muestra Burns, único pero multifacético.

La primera historieta larga del álbum es la titulada La voz de la carne que anda. En ella vemos a un Burns aún explorando con su estilo. Es el Burns de sus primeras obras: tramas que parecen desarrollarse al mismo ritmo que la realización del dibujo, de trazos finos y figuras rígidas. Algo así como un Johnny Craig embrionario. Pero igualmente fascinante. En esta historia Burns mezcla demasiadas cosas en pocas páginas. Así, un relato que comienza con el habitual joven científico, enseguida portador de un repulsivo parásito antropomorfo, se convierte a las pocas páginas en un remedo de la tan curiosa como decepcionante película El cerebro que no quería morir (The Brain That Wouldn’t Die, Joseph Green, 1962), para derivar en un final de tono tragicómico y absurdo.

Tras un interludio de una página narrando un supuesto nuevo caso de los denominados “misterios de la carne”, una exacerbación del tema tratado de manera magistral por Roger Corman, Robert Dillon y Ray Russell en la película El hombre con rayos x en los ojos (X, 1963), se da paso a la historia de Burns que me convirtió en seguidor apasionado de su obra. Cuando leí Mal criado siendo un atontolinado jovenzuelo confieso que me marcó. Aún hoy, a pesar de que es evidente que no es tan original en su argumento como pensé la primera vez, sí mantiene toda su fuerza dramática, toda la angustia existencial y su aroma macabro. De una progresión narrativa ejemplar, Burns se vale de un flash-back para contarnos el descenso a los infiernos de un joven científico, aquí biólogo, que es acosado por una criatura parasitaria. De trazo aún más primitivo que el mostrado en las páginas precedentes, de línea finísima y figuras más rígidas que nunca moviéndose por decorados esquemáticos, Burns hace de la posible deficiencia una virtud: la fragilidad quebradiza de sus personajes se amolda a la perfección a una historia que los mantiene en todo momento al borde del shock mental, de la locura definitiva. Brutal, de una insania subyugante, aquí los rasgos del cine de serie B no son una referencia sobre la que apoyarse, sino una influencia sobre la cual evolucionar y mostrar su verdadera personalidad creativa. Como he comentado, ésta es la historia de Burns que me ganó a su causa para siempre, una de mis favoritas.

La siguiente historieta larga es Matrimonio infernal. Fechada en 1984 (Mal criado es de 1980), se nota la evolución gráfica de Burns: trazo más grueso, fondos más detallados y un retorcido sentido del humor. Todo esto, junto al diseño de página, lleva a pensar que bien podría haber estado protagonizada por su personaje El Borbah.

El álbum se completa con más casos de los que imaginamos figuran en los archivos de los Laboratorios Deltoides (y tal es así porque desde la primera viñeta no se los ha vuelto a mencionar): una excelente página final, una aventura de su personaje Dog Boy y otra pequeña obra maestra de cuatro páginas titulada Contagioso. Ésta, de nuevo una comedia de adolescentes teñida con una historia de imposibles virus mutantes ligados al advenimiento de la pubertad y al descubrimiento del sexo: el proceso de crecer, hacerse adulto, como un paso hacia lo desconocido, en Burns siempre es terrible y atroz. Las inquietudes del adolescente medio transformadas en pesadilla física y existencial y mostradas en un dislocado hilo temporal que incrementa la sensación de extrañeza, que refuerza el efecto de sentirse ajeno en un mundo normal.

Burns, Charles. Misterios de la carne. Barcelona: La Cúpula, 1990. 57 p. ISBN 84-7833-021-6.

(Publicado en La décima víctima)

2 respuestas

  1. Ya caerá algún día de estos… Este álbum de "Misterios…" fue el primero que leí de Burns y le tengo un cariño especial. Era obligatorio (para mí, se entiende) empezar por él.

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