Hubo un tiempo en que se entendía que, dado que somos seres racionales, la felicidad del ser humano estaba en todo aquello que hace honor a su inteligencia (a buen seguro que Aristóteles se revuelve en su tumba cuando escucha eso de “a más ignorancia más felicidad”). Por eso las ciencias teóricas eran consideradas las más importantes: no sirven para nada, es decir, no son instrumento o herramienta para alcanzar un fin superior; su única función es satisfacer la natural curiosidad humana -¡nada menos!-, y así se alcanza la felicidad, que es la meta última que ya no sirve para nada… mayor que ella. Arquímedes, por ejemplo, se ofendía cuando le llamaban ingeniero, porque ideaba “maquinitas” en sus ratos libres. “¡Yo soy matemático!”, espetaba.
La original y sugerente colaboración de esta semana se la debemos a Carlos Plaza. En ella nuestro amigo hace honor a su formación como ingeniero y diseñador para representar de forma espectacular y simbólica el mito de la caverna que Platón expuso en el libro VII de “La República”, uno de los textos más brillantes de la historia de la filosofía. Para todo ello se sirve del conocido como “Número Áureo”, significando la visión global e integradora de las cosas que siempre representó la filosofía (naturaleza, matemáticas, arte, ciencia,…). Os invitamos a leer en el enlace del final de la entrada la explicación que nos ofrece el propio autor.
Agradecemos a Carlos su colaboración que nos demuestra, aunque algunos parecen haberlo olvidado (como las leyes de educación que nos amenazan), que las distintas áreas del saber pueden y deber colaborar, que se necesitan y se enriquecen mutuamente. Y que las cosas nobles de la vida no están al servicio de nadie, pues debe haber ideales que estén por encima de todo y de todos. Leed sus reflexiones AQUÍ.
Puedes conocer mejor a nuestro autor de esta semana pinchando AQUÍ (web de Carlos Plaza de Miguel).
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