Cuando empecé a leer tebeos, hace ya más de cuarenta años, los tebeos se llamaban así, TEBEOS. Daba igual que fuesen de humor, de aventuras, de superhéroes o clásicos americanos. Todos lo géneros se amparaban bajo una sola denominación: TEBEOS.
Tampoco importaba el formato a la hora de nombrarlos. Tebeos eran las revistas, los álbumes de Astérix, Tintín o Blueberry, los libritos de Ediciones Vértice que publicaban a superhéroes americanos y los gruesos tomos de Burulan en los que se publicaba al Príncipe Valiente, el Hombre Enmascarado o Flash Gordon.
Todavía no habían aparecido por nuestros kioscos los tebeos japoneses.
Los tebeos eran las historias contadas en viñetas dibujadas y se consideraban mayoritariamente un producto infantil. Hasta tal punto era así que cuando uno entraba en la adolescencia tenía que poner cuidado en no leer tebeos en público porque inmediatamente era considerado poco más que un idiota, o alguien inmaduro, un niño, vamos. Esa consideración, como todo el mundo sabe, resultaba sumamente hiriente para un adolescente que se esforzaba en dejar atrás la infancia.
Que un adulto se atreviese a leer tebeos en público era algo sumamente raro e improbable.
Ocurrió que hacia finales de los años setenta y principio de los ochenta empezaron a aparecer en los kioscos unas revistas que contenían tebeos dirigidos a un público adulto (o al menos eso era lo que pretendían). Fue la época de Corto Maltés, Moebius y tantos personajes y autores, principalmente europeos, que contaban unas historias diferentes que por primera vez llegaban al público español tras tantos años de censura franquista.
Los editores se vieron en la obligación de desmarcarse del apelativo TEBEO para informar a sus lectores de que sus revistas tenían contenidos adultos, que aquel que las leía no era necesariamente un idiota infantilizado y subdesarrollado.
Fue cuando se inventaron la palabra COMIC, de claras resonancias anglosajonas.
Por otra parte los autores de comics empezaron a anhelar un reconocimiento social parejo al de los cineastas, pintores o literatos.
Como la influencia yanqui no era bien vista entre la progresía de la Transición, importaron de Argentina la palabra HISTORIETA para de este modo desmarcarse también de los infantiles tebeos.
Como si esto no fuera suficiente, los sectores más marginales acuñaron otro término, COMIX, para hacer referencia a tebeos de contenidos más escabrosos y contestatarios, dentro de lo que entonces se denominaba movimiento underground.
Eran COMIX, los tebeos de Robert Crumb o los de la primera época de Max, con su Gustavo.
Así las cosas, a primeros de los ochenta, teníamos ya en España cuatro maneras de llamar a los tebeos:
tebeos, comics, historietas y comix.
De estas cuatro denominaciones la única que permitía nombrar de un modo específico a un autor de tebeos, fuese guionista o dibujante, era Historieta, de la que se derivaba la palabra HISTORIETISTA.
Pero historieta suena a opereta e historietista a cuentista. No eran maneras apropiadas de llamar a un medio y a unos autores que luchaban por el reconocimiento social de su calidad artística.
Así que finalmente fue la palabra COMIC la que se llevó el gato al agua, aunque dejó sin resolver como debemos llamar a un autor de comics, pues
comiquero o
comicista no han tenido aceptación. Así, cuando uno se dedica a hacer tebeos, siempre es considerado por los profanos como un dibujante aunque no sepa hacer la O con un canuto y se gane la vida escribiendo guiones de tebeos. ¿Cómo llamar a gente como Alan Moore o Carlos Trillo? Guionistas, sin duda. Pero esa denominación los confunde con los guionistas de cine y televisión. Qué bonito sería tener una palabra como dramaturgo que define a los escritores de teatro.
Pasó el tiempo y aquellas revistas que publicaban material de calidad empezaron a encontrar problemas para mantener el nivel debido a la saturación del mercado. Aunque parezca mentira hoy en día, había demasiadas revistas de comics en los kioscos. La temática de los comics empezó a quedar constreñida con demasiada frecuencia a cuatro temas fundamentales: sexo, violencia, humor y ciencia ficción.
Aunque todos estos temas se encuentran con la misma o mayor abundancia en otros medios de expresión como el cine o la literatura, se empezaron a considerar socialmente como los temas específicos de los tebeos.
De este modo nos encontramos en la situación de que el medio había crecido, sí, pero había pasado de ser una distracción infantil a otra para adolescentes. Los adultos con inquietudes intelectuales o que buscaban unas historias más inteligentes y maduras seguían despreciando los tebeos como un subproducto. Esto tenía la inevitable consecuencia de que los autores de tebeos seguían sin alcanzar el reconocimiento deseado. ¿Cómo ibas a comparar a un cineasta, un pintor o un novelista con un dibujante de monigotes?
Entonces aparecieron en el mercado los tebeos japoneses. Como ningún editor quería que este material fuese confundido con los tebeos o los comics, junto con las páginas importaron el nombre: MANGA, que no es otra cosa que tebeo en japonés. Imaginaros que tuviésemos que importar una palabra también para el cine japonés o el sueco o el francés…
La maldición continuó. A pesar del innegable nivel intelectual y artístico de autores como Urasawa, Tezuka o Taniguchi, inicialmente sólo se publicaron AKIRA de Otomo, Dragon Ball (impecable tebeo para niños infinitamente superior a muchos supuestamente adultos) y sucedáneos.
Así que el prejuicio se trasladó a los mangas, considerados por los profanos como otro subproducto para niños, adolescentes y frikis de toda laya.
O sea que ni siquiera los grandes tebeos japoneses lograron romper el desprecio social contra los tebeos.
Llegados a esta situación los autores, apoyados por los editores, decidieron sacarse de la manga un nuevo nombre, en el continuo esfuerzo por hacer comprender al gran público que un buen tebeo puede ser tan adulto y profundo como una buena película o una buena novela.
Aparecieron las NOVELAS GRÁFICAS, que no son otra cosa que tebeos con muchas páginas, editados generalmente en cartoné en tamaño 17×24 cm. y con contenidos supuestamente adultos. Y digo supuestamente adultos porque muchas de esas novelas gráficas contienen historias insulsas y autobiográficas de veinteañeros yanquis o europeos que creen que las cotidianidades de sus vidas tienen mucho interés. Afortunadamente no todas son así. Pero si encuadernas en cartoné y al tamaño reseñado las tiras de, por ejemplo, Rip Kirby, tendrás una genial novela gráfica (o tebeo) muy superior a lo que se viene publicando habitualmente, salvo honrosísimas excepciones.
También hay que recordar que también los viejos tebeos de Hazañas Bélicas se presentaban con el nombre de “novelas gráficas” aunque todo el mundo los llamábamos tebeos.
Así que a estas alturas tenemos varias palabras para llamar a una misma cosa. La narración en viñetas dibujadas puede denominarse en España: TEBEOS, COMICS, HISTORIETAS, COMIX, MANGAS Y NOVELAS GÁFICAS.
Imaginemos por un momento que el cine tuviese un nombre distinto según se refiriese a películas de humor, de aventuras, violentas, japonesas o de arte y ensayo. Crearía confusión entre el público.
Esta claro que los aficionados a los tebeos podemos defendernos tanto si nuestro medio favorito se llama de una manera o de trescientas, pero los profanos, aquellos que se acercarían a los tebeos buscando buenas historias, quedan desconcertados ante una oferta variada que en el fondo ofrece lo mismo, tebeos.
Creo que el objetivo buscado con tanta búsqueda de nombre: la valoración como arte del medio, no se ha conseguido ni se conseguirá con este baile de nombres.
Hace poco en el prólogo de un tebeo de un autor francés, el prologuista se refirió a la obra que presentaba como una “Bande Desineé” (creo que se escribe así) que es como llaman a los tebeos en Francia. No habría ningún problema si el prólogo no estuviese escrito en castellano. Se conoce que todo el repertorio de nombres que hemos expuesto le parecía insuficiente al avispado prologuista e incapaz de inventar uno nuevo recurrió a denominar al tebeo como se llama en su país de origen. Semejante despropósito no habría podido tener lugar si de una vez por todas hubiese un consenso social para llamar a los tebeos de una sola manera.
Pero siendo realistas este consenso no llegará y seguiremos expuestos a la aparición de nuevos nombres a medida que al público “adulto” (o mejor, a los editores) le vaya pareciendo que las “novelas gráficas” cuentan historias demasiado infantiles e inanes para sus cultivados gustos.
Y los lectores y autores de tebeos seguiremos cada vez más encerrados en el reducto de la marginalidad friki localizado en las librerías especializadas.
Gol
4 respuestas
Estimado Gol:
Mi enhorabuena por tan magistral explicación magna del tebeo, a mi entender como se le debe designar.
Los sinónimos o designaciones son culpa de barbarismos: manga, comic, etc, etc.
Aún así no le veo el sentido a la comparación con el cine, porque no todo es cine y ejemplos se ven el "largometraje", película", "españolada", hasta "dibujos animados" o "anime". Así que demos gracias al Señor de que no le llamemos "monitos" como hacen en otros lugares.
Gracias estimado Don Erre por tu enhorabuena.
Un largometraje es una película que sobrepasa los sesenta minutos y película un soporte del cine, algo así como álbum para los tebeos.
Respecto a lo demás: españolada, dibujos animados o anime son diferentes tipos de cine.
La palabra "cine" designa al medio o al séptimo arte, como prefieras, en su totalidad.
A mí me habría gustado que la palabra "tebeo" definiese al medio o al noveno arte como prefieras, en su totalidad y los demás nombres existiesen sólo para denominar aspectos de los tebeos no al medio en sí.
Lo digo porque el barbarismo "comic" tampoco acaba de gustarme.
Pues me parece una exposición excelente. Muchísimas gracias.
Y me reafirma en la idea de que cuando voy a comprar un tebeo (también yo creo que es el nombre adecuado) miro si me gusta el contenido, la presentación, los dibujos, pero el nombre me da igual (para mí son todo tebeos).
Muy buen artículo, solo te ha faltado el término "Webcómic", que es el que yo creo que se acabará usando en el futuro. 🙂