La levedad es como el resumen de un diario, la crónica clínica y existencial de una persona bloqueada personal y profesionalmente que busca (re)encontrar un camino para su vida tras un acontecimiento que se la ha desbaratado. La propia realización de este cómic fue parte del exorcismo y del proceso de recreación de su vida (no de reconstrucción, pues ya nada volverá a ser igual). Si bien es una obra que narra una experiencia puramente individual, la situación adquiere valor universal por cuanto representa de forma clara aquel momento en el que se pueden encontrar muchas personas marcadas por un trauma inesperado y que modifica sus vidas de forma irreversible. Para el occidental de un país rico, y siendo el caso de un trauma que no afecta a la salud física, la cuestión se centra en qué hacer cuando tu trabajo y tu modo de vida han de cambiar a la fuerza y has de encontrar una nueva motivación para vivir y un nuevo objetivo en la vida. En el caso de
Catherine Meurisse parece que la respuesta está en el disfrute del arte y la belleza, junto con la búsqueda de refugio en el apoyo de amigos y familiares. Una búsqueda de algo que se parezca al
síndrome de Stendhal, que sirva de antídoto y somnífero contra el horror, ese contrario absoluto a la belleza que es la violencia terrorista.
«Tenemos el arte para no morir de la verdad.» Nietzsche
«El arte es el domingo de la vida.» Hegel
Es curioso el caso concreto pues la revista Charlie Hebdo es conocida por una línea editorial que lleva el humor hasta límites que para muchos resultan a veces difíciles de entender (no digamos de compartir), usando a veces para ello sucesos que a pocos sugieren comicidad (como los terremotos de Italia en el 2016). Sin embargo, y eso queda claro en esta obra, este enfoque humorístico, a veces extremo, no prepara a los supervivientes para encajar mazazos como el ataque terrorista que sufrieron estos dibujantes satíricos, convertidos en aquel momento en héroes de la libertad de expresión (esa misma que sufre ataques a diario en nuestra sociedad en nombre de lo políticamente correcto). Hay una frase de la autora que expresa su situación: «- Mientras todos decían ‘Je suis Charlie’, yo no sabía quién era…».
La obra tiene un guión que refleja de forma natural el proceso personal de la dibujante. No sigue una línea planificada, a pesar de lo cual se deja leer perfectamente. El dibujo mantiene el estilo característico del humor gráfico de prensa, típico del medio en la mayoría de los casos, es decir, caricaturesco y muy simplificado pero funciona bastante bien, no le falta la necesaria expresividad para abordar con fidelidad las emociones que se quieren transmitir e incluso algunas viñetas y páginas sorprenden por resultar muy eficaces.